RICHARD, UNA LLAMADA INESPERADA – (8).

Hola amigos,
Quisiera daros las gracias por vuestra ayuda en el post anterior. Me han venido muy bien vuestras opiniones y vuestras experiencias. De seguro que las incluiré en la novela.
Ahora que bajan las temperaturas, que llueve y que el invierno llega con fuerza es cuando más ganas tengo de escribir. De encerrarme en casa a crear, en mi laboratorio (como yo le llamo) a mi mesa de trabajo y al ordenador.  Oír como cae la lluvia, como las ramas de los árboles chocan con el cristal de mis ventanas. Es maravilloso.
Mientras, Richard vive lo que vive.
Un abrazo a todos.

RICHARD,   UNA LLAMADA INESPERADA – (8).

Le gustaba que Silvia no se lo pusiera fácil. Se sentía extrañamente cautivado cuando ella rechazaba una cita. En cada una de sus negativas veía cómo ella sonreía tímidamente y esperaba con alegría el día siguiente para darle de desayunar, a veces de comer también.
-          Hoy no voy a pedirte que salgas conmigo.- le dijo en tono burlón al tiempo que saboreaba una sopa de pescado exquisita-.
-          Pues fíjate qué lástima porque esta tarde pensaba salir a hacer unas compras. Pensé que te gustaría acompañarme.
Bromeaban constantemente, la clientela del bar ya empezaba a hacerse eco del romance del muchacho nuevo con su Silvia. Sergio, desayunaba con él la mayoría de los días y no le desagradaba que estuviera cortejando a su hermana. Era un buen tío, pensaba.
Las cosas se sucedían mejor que bien, buen ambiente, buena comida, buenos amigos. La gente se había familiarizado con él. Hablaba con los mayores y les mostraba más respeto que sus propios nietos.  Siempre había una sonrisa para cualquiera que se acercara a preguntar cómo le iban las cosas y siempre decía lo mismo: Necesito un trabajo.  Y sabía que lo conseguiría. Ernesto seguía muy pendiente de las vacantes. Conocía a todo el pueblo, pronto encontraría algo que Richard pudiera hacer.
-          Ahora llega la campaña de Navidad. Podrías ayudar en el almacén a montar los lotes. –ofreció una mañana su amigo Ernesto-.
-          Sería perfecto, muchas gracias. Llámame cuando tenga que venir y aquí estaré.
-          Lo sé, sé que no dejarías de venir por nada del mundo. Bueno, quizá si Silvia te lo pidiera.
Richard se reía. Se preguntaba por qué estaba siendo tan distinto todo. ¿Habría cambiado él? ¿O era Vilafranca que le había embrujado? Las luces de Navidad ya se podían ver por la calle mayor, la plaza de la Iglesia. Nunca le había prestado atención a estas cosas, pero a Silvia le encantaban. Silvia miraba como una niña todos los escaparates adornados y lucia como nadie el gorro de lana y la bufanda. Casi no se le veían los ojos. Y eran preciosos, almendrados, dulces, como miel. Parecía tener tres tallas más debajo del chaquetón de plumas que llevaba.
-          ¿No te gusta la Navidad? –preguntó-
-          No recuerdo haber celebrado una Navidad en familia.
-          Nunca me has hablado de tu familia. – cayó en cuenta Silvia-.
-          No hay mucho que contar. Mis padres murieron y nunca me han gustado las reglas. Vivo a mi manera.
-          ¿Así que vives a tu manera he? – bromeó ella-.
-          Así es. – dijo encantado con que ella intentara imponerle sus deseos-.
-          Pues este año, celebrarás la Navidad como Dios manda. A Sergio le gustará que vengas a casa.
A Sergio y a ella. Ya estaba ideando en su mente el momento de verlo llegar con su chupa y sus vaqueros. Lo veía sentado incómodamente entre sus padres y tíos, con la chimenea encendida atrás. Quizá hasta nevaría.
Ella le cogió con las dos manos el cuello de la chaqueta, se puso de puntillas para llegar a mirarle a los ojos.
-          ¿Vendrás verdad?
No podía negarse. ¿Quién podría negarse? Ese fue el momento. Con el frío metiéndose por su nuca, con la luz rojiza de las luces intermitentes del escaparate de la tienda de dulces de fondo; ese fue el intante en el que Richard aceptaba una cita formal. Su única cita formal. Y después de eso, llegó el beso que tanto había deseado. El beso que le transportaba por un puente dorado a su nueva vida. A una nueva vida donde quizá el amor sí fuera para él.
La dejó en casa y se despidieron con otro beso, esta vez uno más tierno, menos comprometido. Ella le acarició una mejilla y le dijo en un susurro: Lo he pasado muy bien. Él le dijo que la vería mañana y ella cerró la puerta lanzándole un beso al vuelo.
Se acostó esa noche complacido, convencido de que había logrado purgar sus pecados en el camino. Tenía una oportunidad de ser feliz. Y la iba a coger. Ya había habido bastantes pesadillas en su vida.
Sonó el teléfono cuando todavía le quedaba espuma en la cara. Dejó la maquinilla de un solo uso en la pica y se lanzó a cogerlo. Esperanzado por si era Ernesto ofreciéndole el empleo que le había prometido. Le vendría muy bien. Había pensado en regalarle a Silvia algo bonito y quería ganar algo de dinero antes de Navidad. Pero era otra persona. La última persona que quería oír.
-          ¿Quién te crees que eres hijo de puta? ¿Creías que no te iba a encontrar?
-          Esa era la intención. – dijo, mirando al techo, maldiciendo su suerte-.
-          Qué gracioso. Solo tuve que mendigar tu número por la fábrica.
-          ¿Y qué es lo que quieres Bárbara?
-          Que vuelvas.
Todas querían que volviera. No era nuevo para él. Después de Bárbara fue cuando cambió de teléfono y juró que no se lo daría a ninguna otra.
                   -          Ya sabes que no lo haré. Sigue con tu vida y déjame en paz.
-          Estas con otra ¿he? Ya has engañado a otra ¿no? No creas que no sé lo haces. Eres un cabrón.
Colgó. No tenía porqué escucharla. Volvería a cambiar el número y sin más complicaciones. Bárbara había resultado ser un mal ligue. Un grano en el culo, un estorbo de dimensiones gigantescas. En definitiva un mal polvo. Bárbara volvió a llamar una y otra vez y como vio que él no iba a perder un segundo de su vida en contestarle acabó escribiendo un mensaje de texto rebozado de un odio que traspasaba la pantalla y que destruía las esperanzas de Richard.
                “VOY A TENER UN HIJO TUYO, CABRÓN”

Comentarios

  1. Sabía que ibas a hacer eso. Según estaba leyendo, parecía un cuento de Navidad o una de esas pelis dramáticas que siempre acaban bien que empiezan a emitir ahora en televisión. Pero aunque has andado por el filo del pozo del almíbar ( a punto de caer) tenía la sensación de que de un momento a otro lo ibas a hacer volar por los aires.
    Bueno, no sabemos quién es Bárbara, creo que tendrás que contar algo más de ella y de lo que pasó con Richard. Y mira, seguro que lo del hijo es mentira, es una manipuladora, ¿a que sí? O puede perderlo, o Richard y Silvia se hacen cargo de él porque ella no lo quiere en realidad. No sé, pero ay, pobre Richard...
    Has guardado muy bien el misterio de esa llamada y me parece que lo resolviste muy bien con lo del SMS, podemos no escuchar pero nadie borra un mensaje sin leer.
    Otra cosa, espero que este Richard no acabe viviendo en Port de la Selva eh?
    Besitos y a seguir.

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  2. Me tienes calada ya he? jajaja
    ¿Pero no me dices nada del hombre de la foto? ¡Yo abro el blog solo pa' verlo! jejeje
    Ya ves que tengo algo con los Ricardos. Mi marido se llama así y es que antes de conocerlo todos mis protagonistas de las historias llevaban ese nombre. ¿Que curioso no? ¿Será el destino?
    Bárbara es una mala malisima que nos va a caer simpática. Al menos a mí, me parece un personaje interesante. Ya verás. Un beso guapa!

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    1. Uff, fijación con los Richard o Ricardo, bueno, hay cosas peores. Pues no, no me había fijado, pero...no se le ve la cara!!a ver si te llevas un susto.jaja.

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  3. Oye, pues me he reído con el final. Creo que hasta leí la frase en voz alta entonando y todo jajajaja
    A ver como sigue!
    Besos

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    1. ¿Verdad?, si es que Bárbara se hace notar! A mi también me parece gracioso. El comportamiento del odio al extremo hace que digamos cosas y hagamos cosas de las que más tarde, o nos reímos o nos arrepentimos. Gracias por leer!

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  4. Hola Montse, hoy he dedicado tiempo a leerte y me han gustado tus relatos. Son más de las 2:30 de la madrugada. Debo irme a dormir o mañana veremos cuándo y cómo me levanto. Si mi marido se entera que me he escapado de la cama... aunque suelo hacerlo todas las noches. Volveré siempre que pueda.
    Un abrazo

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    1. Mela, te agradezco tu escapada. Aunque durante el día, cuando el café no haga efecto, te acordarás de este blog. :)
      Gracias por estar ahí, de noche, de día cuando quieras. Un beso.

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