RICHARD, DULCE INVIERNO parte 2 – (7).

Buenos días,
Después de la jornada de huelga general, una reflexión: La violencia ya no debe ser la salida. Deberíamos poder arreglar esto, los Gobiernos deberían entender de moral y de ética y menos de economía. Sea cual sea el Dios que nos rige, o el Karma o lo que sea que haya, espero que tenga bien claro quiénes han sido honrados en esta vida y quiénes han robado ilusiones y esperanzas.
Dicho esto, doy paso a Richard, que también lucha con sus demonios, lucha y vence cada día que pasa preguntándose si alguien como él tendrá derecho al amor.
RICHARD,  DULCE INVIERNO parte 2 – (7).
                Quizá fuera el invierno, las noches gélidas y las mañanas luminosas. Quizá fuera el cansancio o la madalena en leche caliente que se tomaba antes de acostarse y que le asentaba el cuerpo y lo hacía dormir bien. Demasiado bien.  No sabía qué era lo que le hacía quedarse una noche más, una semana más.
                Sergio se entretenía con las piezas y la moto todavía no estaba lista. En otras circunstancias le hubiera quitado el sueño y hubiera  insistido en que la terminara de inmediato pero, esta vez, casi se sentía relajado cuando pasaba por el taller y el chico le miraba apenado y le decía: Lo siento tío, todavía no la tengo. 
                Sería por ella. Que cada mañana la veía más bonita. Quizá se arreglaba más de la cuenta. Quizá ahora que sabía que él estaría allí se pintaba una rayita negra en los ojos para que parecieran más grandes. Quizá para que él se fijara. Y lo hacía. La miraba mientras ella servía cafés con leche envuelta en el delantal de siempre.
-          Sigues por aquí. – le dijo Silvia pasando por su lado-.
-          Sí. Espero que Sergio termine con mi moto.
-          Y luego, ¿qué harás?
                No contestó porque no lo había pensado. Terminó con su desayuno y como siempre salía apenas sin mirarla, forzándose para no volver la cabeza y verla por última vez hoy. Quizá también mañana.
                Paseaba durante horas por los campos, buscando a alguien a quién preguntar. Le gustaba la sensación de hundir sus botas en la tierra. No había mucho movimiento esos días. O no acertaba la hora de ir. Al día siguiente iría por la mañana, bien pronto. A ver si encontraba al dueño y podía ofrecerse para lo que fuera. Solo quería estar cerca de las viñas, donde la vista se le perdía y se ordenaba buscando instintivamente la siguiente fila.      
                Volvía tras sus pasos y oyó cómo alguien le llamaba.
-          ¡Oye, chico!
                Richard se giró y vio venir a hacia él un anciano que luego resultó ser un hombre de campo, muy estropeado por el sol.
-          Te he visto por aquí estos días. Parece que te gustan.
-          Me relaja.
-          A mí también. –dijo el hombre, perdiendo su mirada como lo hacía Richard todas las tardes-. Espera a verlas en primavera. No hay nada más hermoso.
-          Espero entonces estar aquí en primavera. – dijo más para él mismo que para el hombre-.
Había sido reconfortante conocer a Ernesto. Le había comentado que si necesitaban mano de obra le llamaría. Para eso debía darle su número de teléfono. Y lo hizo.  Volvió a su habitación con aquella sensación en el pecho. Aquello que le indicaba que algo bueno le iba a ocurrir. Tuvo que reprimir el instinto de ir al bar otra vez. Quería decirle a Silvia que le encantaba que ahora se dejara el pelo suelto, que se pintara los ojos. Quería decirle que intentaría por todos los medios quedarse en Vilafranca. Quería decirle que moría por conocerla.
¿Y por qué no?, que había de malo en decirle que la invitaba a cenar. Todavía le quedaba dinero. Iba a hacerlo. Compró un jersey nuevo en una tienda de la calle mayor y lo conjuntó con sus ya gastados vaqueros. Las mismas botas de siempre y la misma chupa. Ya anochecía a las siete de la tarde cuando se acercó de nuevo al bar. El taller de Sergio seguía abierto y lograba ver las ruedas de su moto a lo lejos. En el bar ya recogían, sólo estaban encendidas las luces de la barra y Silvia estaba cargando las neveras cuando Richard entró. Ella se lelvó un buen susto, no se lo esperaba en absoluto. Instintivamente Silvia se llevó las manos a la cabeza, intentado arreglarse el pelo, que después de todo el día, volvía a llevar atado en una coleta horrenda. Se secó las manos en el delantal, ya sucio y le dijo: ¿Te pongo algo?
-          No, ya sé que estás cerrando. Tan solo quería saber si te gustaría dar un paseo conmigo. (Qué había pasado con la cena-se preguntó-, pero no lo creía conveniente todavía).
                Silvia lo miró extrañada y quizá se preguntara porqué no la invitaba a cenar y punto. Un paseo, con este frío. Con lo cansada que estaba. Aunque le apetecía demasiado. No pudo controlar el rubor de sus mejillas.
-          Está bien. ¿Esperas fuera un momento?
                Fue un paseo maravilloso. No hablaron mucho, tan solo anduvieron uno al lado del otro por el centro del pueblo.  Ella le había dicho que adoraba este pueblo y él le confesaba que era de los más bonitos en los que había estado. Todo era distinto en Vilafranca. Todo había comenzado de otra manera. Andar con Silvia, imaginar su calor debajo del abrigo, deseaba acercar la nariz a su cuello. Sentirla y saborearla. Pero Silvia pronto llegó al portal de su casa.
-          Ha sido muy agradable pasear contigo, Richard.– Pero estoy tan cansada…, pensó-. ¿Te veo mañana? ¿Pasarás por el taller?
-          Claro, tengo que ver cómo está mi niña.
-          Cuando la tengas, ¿te vas a ir?
-          Me gusta este pueblo. Creo que intentaré encontrar un trabajito por aquí. Si te enteras de algo, ¿me dices?
-          ¡Claro! – dijo acompañándolo con un saltito de alegría, le salió del alma. Hubiera querido abrazarlo, pero se contuvo. No sabía nada de él pero sentía una extraña sensación cuando lo tenía tan cerca-.
                Se despidieron con un hasta mañana y él la vio entrar en el portal. Juraría que le sonrió antes de cerrar la puerta. Y Richard sonrió también, pero por dentro. En su corazón algo latió más fuerte. Miró al cielo y rogó que al menos eso, le saliera bien.
                Las pesadillas no cesaban y Tía Rita todavía tenía fuerzas para manifestarse en su cabeza. Le chillaba y le decía que no tenía derecho a ser feliz. Te maldigo por haberme matado Richard. Te condeno a la infelicidad. Y así, empapado en sudor se levantaba todos los días de ese invierno que pretendía ser dulce. Dulce como la madalena que sumergía en la leche antes de acostarse con la esperanza de que solo Silvia ocupara sus pensamientos.

Comentarios

  1. Me gusta esta nueva vena romántica que estás sacando, eso sí, sin caer en el almíbar.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Norah!!
    Un placer como siempre recibir tu comentario.
    Me va muy bien estos ejercicios. Tocar diferentes géneros en una secuencia de relatos: Construcción de personaje, ambientación, construcción de la trama.
    Escribir es la mejor manera de ir aprendiendo y si además estás aqui leyéndome todavía me gusta más.
    Un beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

FELIZ 2022 - MÁS RETOS QUE NUNCA!

CRÓNICA DE UN SANT JORDI COMPLETO

S.O.S - BUSCO OPINIONES :)