RICHARD, DULCE INVIERNO parte 1 – (6).

¡Hola gente!
Espero que hayáis disfrutado de este puente, que tanto el Halloween como la Castanyada fueran acompañadas de amistad y amor. Que es muy importante. Yo, he aprovechado para descansar, dormir y relajar mi mente. No siempre estás al 100%. Al hablar con Richard estos días, he descubierto que cada vez le cuesta más dominar todo su ser. Hay cosas que se escapan en este mundo. Y en el de él, todavía más. Esto es lo que me ha ofrecido estos días, está nervioso. Algo está a punto de sucederle. ¡Que lo disfrutéis!

RICHARD,  DULCE INVIERNO parte 1 – (6).
El frío había llegado sin previo aviso por las tierras madrileñas. Había escuchado por la radio que venía un fuerte viento del norte y el frío polar acogería la península durante toda la semana.  Tenía que cambiar el rumbo y dejar para más adelante el deseo de visitar San Sebastián. Cambió el rumbo dirigiéndose al mediterráneo. Allí la racha de frío no se notaba tanto. Se quedó sin gasolina en algún punto entre Madrid y Valencia y no le quedó más remedio que cargar combustible en la gasolinera más cercana. Allí compró un mapa completo de pueblos i villas de España y un rotulador verde. Mientras descansaba un momento en el área de servicio, se le ocurrió ir marcando con una cruz aquellos sitios que ya había visitado para hacerse una idea de la línea que había cruzado por el país. De su ciudad natal en A Coruña, condujo sin tregua hasta Lugo, y de allí fue escogiendo al azar los pueblos que lo acogerían.
Ahora, había entrado en Catalunya. Escogiendo un pueblo de viñas en la provincia de Tarragona. Como ya era costumbre, antes de pararse a buscar un lugar donde pasar la primera noche, se dio una vuelta por todas sus calles. Era su parte favorita: La investigación, decía. Le gustaba inspeccionar cada calle, pensando en las posibilidades que tendría allí. Por lo general buscaba grandes supermercados, almacenes de muebles o similares pero, en Vilafranca, había muchas otras posibilidades. Durante el viaje se había sentido atraído por los viñedos. No tenía ni idea de cómo se plantaban ni siquiera cómo se recogía el fruto. Pero aquellas filas de pequeños arbolitos unos tras los otros con estudiada alineación le hacían sentir diferente. Tenía que ir a ver si necesitaban a alguien en los campos.
                Encontró un hostal muy cerca del centro urbano y pensó que sería buena idea para los primeros días. Quería empaparse de la gente, de las costumbres. Estaba hambriento, dejó sus escasas pertenencias en la habitación que le dieron y salió a buscar un lugar donde comer caliente. Le gustaba imaginar que era un caballero de la edad media que reposaba en un pueblo entre caminos y tomaba un guiso caliente en alguna posada. A veces sentía la necesidad de imitar dichos caballeros y decir con voz ronca e indudablemente masculina: Tráigame un buen vino, posadera. En vez de eso, una chiquilla de no más de dieciséis años se acercó a su mesa y le preguntó, sin más: ¿Qué va a tomar?
-          No es usted de por aquí, ¿verdad? –preguntó la muchacha una vez servido el plato-
-          No, vine de paso pero creo que me quedaré unos días. – eso le recordó el porqué, debía reparar o cambiar de moto-. ¿Conoces a un buen mecánico por aquí?
-          Vaya, estás de suerte, mi hermano es el mejor del pueblo. Y su taller está en esta misma calle.
                La chica sonrió y esperó a que Richard se terminara el café para acompañarlo a la puerta y con el dedo, indicarle el cartel que anunciaba el taller de su hermano. El chico rondaba los treinta años, alto, delgado pero parecía musculado. Llevaba el pelo suelto a la altura de los hombros, y llevaba con una peculiar elegancia masculina una diadema de tela con rallas de colores cálidos. Las manos negras hasta los codos y de vez en cuando se frotaba con un trapo mientras miraba la pieza y pensaba. Cómo los buenos mecánicos, se dijo Richard.
                Después de hablar durante unos minutos con él, comprendió que sería un candidato perfecto para reparar su vieja Yamaha. Quedaron para el día siguiente, Richard traería la moto y se la mirarían.
                Pasó lo que quedaba del día paseando por las calles de Vilafranca, sin alejarse mucho de la pensión, comprando un poco de queso y un bollo de pan para cenar, luego tranquilo, en su habitación.  Ya casi había llegado al hostal cuando, por primera vez desde que estaba allí alguien lo saludaba. Extrañado, levantó la vista y vio a la joven del restaurante. Ya había terminado su turno y en vez del delantal llevaba vaqueros y una chupa de piel con cuello de lana.
-          ¿Eh tu, ya encontraste a mi hermano?
-          Sí, muchas gracias. Mañana sabré si es el mejor.  –sonrió, pensando que era impropio de él-.
-          Me alegro, bueno, nos vemos.
                Y la vio, por la mañana, cuando se dirigía hacia el taller con su moto a cuestas. La vio por la ventana y ella le saludó. El chico se llamaba Sergio y cuando vio la vieja Yamaha se le iluminaron los ojos. Podría hacer unas buenas reparaciones si contaba con tiempo y dinero. Las piezas eran fáciles de conseguir. La pasión por las motocicletas les llevó a hablar largo y tendido, tanto, que cuando Sergio vio que era su hora de desayunar le invitó a tomar un café en el bar donde trabajaba su hermana. En esa ocasión fue cuando supo que se llamaba Silvia. Los dos hermanos tenían una buena relación, él, que era mayor que ella, la miraba con orgullo y sonreía cada vez que se acercaba a traer algo a la mesa. Preparó ella misma dos bocadillos de jamón y les sirvió a ambos una mediana de cerveza.
-          ¿Así desayunáis aquí? – preguntó Richard divertido-.
-          No siempre, pero hoy me lo he tomado con calma. –contestó Sergio-.
-          ¿Hoy?, -replicó Silvia, irónica-.
                Le sentaba bien la sonrisa a la chica. No era como las otras sonrisas que había visto.  Era como si no le preocupara nada. Una sonrisa totalmente inocente. Sin maldad. No sabía porqué pero aquella imagen le acompañó durante toda la tarde, en la cena y antes de acostarse. Veía el perfil de la joven camarera, sonriendo. El pelo le quedaba atrás de las orejas en un rizo natural que le llegaba a media espalda. A veces, la veía morena, a veces castaña y coincidió con su ensoñación al descubrir que no se había fijado en su color de pelo. De pronto, y en medio de la noche, se obsesionó con recordar el cabello de Silvia. Al despertar, fue en lo primero que pensó pero se obligó a olvidarlo. No iba a volver al bar, no al menos ese día.
                Quedó sorprendido de lo mucho que le costaba dominar su instinto. Tan solo cuando vio las viñas de nuevo, se disiparon sus pensamientos y pudo concentrarse en lo que le había traído hasta aquí.: Los viñedos.  

Comentarios

  1. Esto se está poniendo muy interesante. Caerá rendida Silvia a los pies de Richard? O esta vez no? Y los viñedos... se va a liar parda en el tranquilo pueblo de Vilafranca? Espero que ya lo estés pensando.
    Besos

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  2. Gracias por tu comentario, Norah.
    Pues si, ya estoy pensando en ello ya... Se meterá Richard en un buen lío, seguro!.
    Un beso guapa!

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  3. Hola! acabó de ver su blog y le estoy leyendo^^ me esta gustando mucho^^
    Un beso

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  4. Laura, muchas gracias por leer y comentar. Espero que no te decepcione. Un abrazo :)

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